jueves, 16 de diciembre de 2010

Los días siguientes el chico marroquí no vino a clase y me preocupé por si le había sucedido algo pero no podía hacer nada porque ni siquiera sabía su nombre así que siguieron pasando los días y no aparecía.
Al cabo de una semana asistió a clase y le pregunté si le había pasado algo y me contó que había tenido problemas en el apartamento en el que vivía porque necesitaban otra persona ya que si no le iba a ser imposible pagarlo, entonces me ofrecí a compartir el piso con él y con otro chico que era ecuatoriano, pero primero tenía que encontrar un trabajo, por lo que se prestó a buscarlo conmigo. Después de mirar y preguntar en muchos sitios no conseguimos encontrar nada.
Cuando Paola volvió una noche de trabajar me dijo que en el bar donde ella trabajaba se había ido una camarera y estaban buscando a otra, ella les habló de mí y al día siguiente me contrataron. Obviamente el sueldo no era muy bueno pero no me podía quejar porque el horario me permitía asistir a clase sin problemas por lo que estaba muy contenta.
Finalmente me decidí a irme a vivir con el chico marroquí y su compañero ya que vi el piso y dentro de lo que cabe, estaba bastante bien y era asequible para los tres. En aquel momento me sentía totalmente asentada en España y en Madrid pero no dejaba de acordarme de mi pueblo y sobre todo de mi familia, a la que extrañaba muchísimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario